Lineamientos para el tratamiento
de la interculturalidad en el sistema
educativo peruano
I. ¿Qué concepto de Interculturalidad necesitamos?
Creemos que la oferta de la EBI en todo el sistema educativo nacional nos obliga a
revisar nuestros presupuestos básicos. No podemos ni debemos intentar simplemente
universalizar el modelo de la EBI actual a la Educación Básica y la Educación Superior,
porque el modelo actual fue pensado y diseñado para atender a estudiantes indígenas en
zonas rurales. El modelo que debemos elaborar ahora para todos los peruanos nos
obliga a redefinir incluso el concepto de interculturalidad del que disponemos. Nos
obliga a pasar por ello de un concepto funcional a un concepto crítico de
interculturalidad.
Hay dos maneras de elaborar un concepto: a partir de un análisis especulativo del
mismo ,o a partir de un análisis de los discursos en los que dicho concepto aparece.
Nosotros hemos optado por el segundo tipo de estrategia y, para ello, hemos recopilado
información directa e indirecta sobre los principales discursos que existen hoy en el Perú
sobre la interculturalidad, con la finalidad de proponer una noción de interculturalidad
que integre y articule dichos conceptos y que, a la vez, resulte útil para proponer
lineamientos viables para la oferta de la Educación Intercultural en todo el sistema
educativo peruano. A manera de resumen, a continuación presentamos las
consideraciones conceptuales básicas que sobre la interculturalidad se expresan en los
discursos existentes sobre la interculturalidad en el Perú.
A lo largo de toda la primera parte de este documento, hemos intentado recopilar
algunos de los discursos que sobre la interculturalidad se manejan. Hemos revisado, así,
lo que los académicos de distintas disciplinas entienden por dicha noción; la manera en
que el magisterio concibe la interculturalidad (a través de la aplicación de una encuesta) y
la manera en que se concibe la interculturalidad en las organizaciones indígenas y en los
discursos oficiales del Estado. Por ello, antes de esbozar los lineamientos sobre el
tratamiento de la interculturalidad en el sistema educativo peruano, creemos que es
importante redefinir el concepto de interculturalidad a partir del análisis de los discursos
existentes.
Estos discursos nos permiten evidenciar que hay dos formas distintas de entender la
intercultural: sea como hecho constatable (los contactos culturales) o sea como
propuesta normativa frente a la realidad (utopía o proyecto societal). A partir de la
identificación de esta diferencia nos proponemos iniciar la construcción de una
concepción crítica de la interculturalidad que nos permita proponer lineamientos viables
que satisfagan los intereses y las demandas de los diferentes sectores concernidos en el
tema, recogiendo lo que ya existe -aunque de manera no articulada- como discurso y
propuesta.
1. La interculturalidad descriptiva o interculturalidad de hecho
El punto de partida de esta manera de concebir la interculturalidad es la constatación de
la existencia de múltiples conflictos interculturales no resueltos ni en vías de resolución.
La Antropología y las ciencias sociales se han dedicado en los últimos años a realizar
estudios importantes en esta línea de investigación de la realidad. El punto de partida es,
pues, el conflicto y sus múltiples formas de expresión. Pero es menester señalar que los
estudios antropológicos, en un principio, no se preocuparon demasiado por este asunto
y se constituyeron en ciencias dedicadas al estudio e investigación sobre las culturas
puras.
Así, en sus primeros años, estas ciencias promovieron en nuestro país una división
radical entre modernidad o cultura occidental, por un lado, y mundo andino o cultura
tradicional, por el otro. Esta visión alejó a los estudiosos de las ciencias sociales de la
investigación en torno al contacto entre culturas, ya que se consideraba al producto de
dicho contacto como un objeto de estudio poco sugerente. Además, en ciertos sectores
académicos, se rechazaba el contacto cultural y se le veía como un problema, como una
amenaza a la riqueza de las tradiciones culturales ancestrales de esos pueblos. Por ello, se
promovía una visión de las cosas según la cual las culturas deberían evitar los embates de
occidente.
De esta forma, quienes asumieron como suya la responsabilidad de estudiar el
contacto cultural fueron los ideólogos de la cantera de la historia que, con el mito del
mestizaje, intentaron construir una identidad nacional. El Perú era un país mestizo, un
país marcado por el contacto; pero este contacto no era visto como un proceso
complejo, diverso y en marcha; sino como un proceso finiquitado, único y extendido a
lo largo de todo nuestro territorio: el mestizaje era un producto: nosotros, los peruanos,
ya éramos mestizos. En los últimos años, las ciencias sociales han empezado a interesarse
en la interculturalidad de hecho, criticando rudamente al paradigma del mestizaje y
empezando a explicitar la diversidad de contactos y procesos culturales que caracteriza a
nuestra sociedad.
También se ha acusado al paradigma del mestizaje como una
concepción perniciosa, ya que no solo niega la diversidad y la observa con recelo, sino
además porque no denuncia y solapa las relaciones de poder y de discriminación que
existen al interior de nuestro país. Frente a esto, surge lo que denominamos “la
interculturalidad normativa” o la interculturalidad como propuesta ético – política.
2. La interculturalidad crítica como proyecto ético-político
Hay que hacer un importante deslinde entre dos maneras de entender la interculturalidad
normativa. Una cosa es entenderla como una utopía ideal y otra cosa es entenderla
como un proyecto societal de democracia inclusiva de la diversidad. La interculturalidad
como utopía abstracta y descontextualizada es un “ interculturalismo funcional “ al
modelo neo-liberal. Este es el tipo de interculturalismo que sobresale en sector
Educación. La interculturalidad entendida como construcción de ciudadanías
diferenciadas y democracias inclusivas de la diversidad presupone una crítica liberadora
del modelo neo-liberal. Se encuentra actualmente vigente sobre todo en el discurso de
los movimientos indígenas . Constituye lo que podemos llamar como el “
interculturalismo crítico “.
2.1 El interculturalismo funcional (o interculturalismo neo-liberal)
Se trata de aquel interculturalismo que postula la necesidad de la tolerancia y del diálogo
entre las culturas sin tomar en cuenta: las relaciones asimétricas de poder que existen
entre ellas y sin darle la debida importancia al estado de pobreza crónica y en muchos
casos extrema en que se encuentran la mayoría de los ciudadanos que pertenecen a las
culturas subalternas de la sociedad. Cuando decimos que hay un interculturalismo
“funcional” nos estamos refiriendo a todos aquellos discursos que usan la
interculturalidad como un medio para invisibilizar los problemas estructurales de
injusticia social y de distribución inequitativa de la riqueza que existen en nuestra
sociedad.
En el interculturalismo funcional se sustituye el discurso sobre la pobreza por
el discurso sobre la cultura ignorando la importancia que tienen -para comprender las
relaciones interculturales- la injusticia distributiva, las desigualdades económicas y las
relaciones de prestigio y poder existentes entre las culturas. En el anti-interculturalismo
andino se expresa en gran medida el rechazo a este tipo de interculturalidad.
Cuando el discurso sobre la interculturalidad sirve –directa o indirectamente- para
invisibilizar las crecientes asimetrías sociales, los grandes desniveles culturales internos y
todos aquellos problemas que se derivan de una estructura económica y social que
excluye sistemáticamente a los sectores subalternizados de nuestras sociedades,
entonces es posible decir que se está usando un concepto funcional de interculturalidad
que no cuestiona el sistema post-colonial vigente y facilita su reproducción. Se trata de
un discurso y de una praxis de la interculturalidad que es funcional al Estado nacional y
al sistema socio-económico vigente.
2.2. El interculturalismo crítico (o interculturalismo liberador)
Las diferencias entre el interculturalismo funcional y el interculturalismo crítico son
sustantivas. Mientras que en el interculturalismo neoliberal se busca promover el diálogo
sin tocar las causas de la asimetría cultural, el interculturalismo crítico busca suprimirlas.
“No hay por ello que empezar por el diálogo, sino con la pregunta por las condiciones
del diálogo. O, dicho todavía con mayor exactitud, hay que exigir que el diálogo de las
culturas sea de entrada diálogo sobre los factores económicos, políticos, militares, etc.,
que condicionan actualmente el intercambio franco entre las culturas de la humanidad.
Esta exigencia es hoy imprescindible para no caer en la ideología de un diálogo
descontextualizado que favorecería solo los intereses creados de la civilización
dominante, al no tener en cuenta la asimetría de poder que reina hoy en el mundo.”
2.3 La dimensión descriptiva y normativa del interculturalismo crítico
El interculturalismo crítico es fundamentalmente una propuesta ético política de cambio
sustancial. Involucra un momento descriptivo (o de diagnóstico y de esclarecimiento e
interpretación de los conflictos interculturales y un momento normativo) de carácter
ético y político que, al combinarse, orientan las acciones programáticas que el ejercicio
de la interculturalidad implica.
2.4. La dimensión normativa del interculturalismo crítico.
El interculturalismo crítico es sobretodo un proyecto ético-político de transformación
sustantiva, en democracia, del marco estructural que origina las grandes inequidades
económicas y culturales de la sociedad. Apunta a construir una democracia inclusiva
orientada al desarrollo humano sustentable de la gente a partir del reconocimiento de
nuestra diversidad cultural.
2.5. La interculturalidad crítica como base del pacto social de las democracias
inclusivas de la diversidad
Es necesario apostar por una interculturalidad entendida como base del nuevo pacto
social que la sociedad peruana reclama y necesita con urgencia para construir una
democracia viable sobre fundamentos sólidos y durables en el tiempo. Es necesario
recordar que, sin diálogo intercultural, no es posible la auténtica unidad nacional. En
ciertos sectores de la sociedad se ve con desconfianza la educación bilingüe intercultural
porque se piensa que fracciona la identidad nacional y promueve la fragmentación social
y cultural de la nación peruana. Pero es al revés.
La EBI no promueve la fragmentación del país ni los enfrentamientos étnicos. Bien entendida, la EBI promueve el diálogo intercultural como forma de ir construyendo el nuevo pacto social que la Nación peruana demanda y cuya ausencia el Informe de la CVR ha puesto en evidencia. Pero la
interculturalidad debe ser comprendida como un discurso no exclusivamente vinculado al diálogo entre culturas, sino que debe ser vista como un discurso preocupado por explicitar las condiciones para que ese diálogo se dé. Y esas condiciones son de índole social, económica y educativa, además de cultural. El Perú es un país social y
culturalmente fracturado; atravesado por fisuras estructurales que dificultan la
convivencia armónica. Necesitamos, por ello, hilvanar el tejido social, refundar el pacto
social y hacerlo inclusivo de la diversidad. Un pacto social excluyente de las mayorías
postergadas socialmente y silenciadas lingüística y culturalmente no tiene capacidad de
generar un proyecto nacional de ancha base. No tiene, en una palabra, legitimidad
social. El pacto social al que aspiramos debe, por el contrario, ser incluyente de la
diversidad; debe ser capaz de visibilizar las diferencias como valiosas, de recoger las
expectativas y las demandas razonables de todos los peruanos, debe –en pocas palabras–
expresar el consenso desde el reconocimiento de las diferencias. En el Perú -debido a los
estereotipos negativos vigentes– se ha hecho costumbre social y hábito político la
exclusión de la problemática indígena y de sus legítimos representantes en el debate
público y la agenda nacional. Un auténtico pacto social que sea sustento de un proyecto
nacional de ancha base y permanente en el tiempo pasa necesariamente por la
visbilización de la diversidad étnica y cultural que nos conforma. La invisibilización de las
lenguas y culturas solo conduce a la desunión y al fraccionamiento de la sociedad. Es por
ello que, en el Perú, el pacto social pasa necesariamente por un diálogo intercultural de
ancha base y de doble vía.
Esto es lo que debe rescatarse de los discursos presentados arriba y, sobre todo, de los
discursos que sobre la interculturalidad manejan ciertos sectores del movimiento
indígena. Esos sectores indígenas se han ocupado del asunto y deben ser escuchados.
Una vez que aceptamos que nuestro país es altamente complejo cultural y socialmente,
surge la necesidad de reflexionar sobre qué es lo que debemos hacer para que la
convivencia nacional sepa tratar dicha diversidad. Y los que son llamados diversos nos
hacen saber desde sus organizaciones de base que lo que quieren es que se les
reconozcan sus derechos; sus derechos no solo lingüísticos o culturales, sino territoriales
y políticos. Ello se ve con claridad cuando observamos los movimientos indígenas que
cada vez más buscan posicionarse en el aparato estatal, al interior de los gobiernos
regionales o municipales con los que se relacionan.
Desde la educación podemos y debemos contribuir a un diálogo intercultural que
construya la base del pacto social que tanto anhelamos y necesitamos como Nación. Por
ello, la educación interculturalidad debe ser PARA TODOS, para indígenas y no
indígenas, para las zonas rurales y para las zonas urbanas. Es uno de los grandes
principios de la educación nacional, pública y privada. Debe, por ello, ofrecerse –como
dice el Ar. 20 de la nueva Ley de Educación– “en todo el sistema educativo” y promover
“la valoración y enriquecimiento de la propia cultura, el respeto a la diversidad cultural, el
diálogo intercultural y la toma de conciencia de los derechos de los pueblos indígenas y
de otras comunidades nacionales y extranjeras.”
De manera ligera e irresponsable, a veces se suele decir que la interculturalidad es
“peligrosa” porque fomenta el atomismo, la fragmentación del país y, por ende, la
desunión entre los peruanos; pero la interculturalidad bien planteada nos forma en el
diálogo, en la equidad de oportunidades, en el manejo razonable de los conflictos, en la
búsqueda del consenso político y en el reconocimiento y valoración de la diversidad
como clave para construir la auténtica unidad entre los peruanos. El diálogo intercultural
que la educación bilingüe intercultural propicia en los educandos es la base del nuevo
pacto social que la sociedad peruana reclama. Solo así los peruanos podremos
reencontramos en un proyecto nacional verdaderamente inclusivo de las diferencias y,
por lo mismo, estable en el tiempo.
En este contexto, y tal como lo venimos reclamando, la interculturalidad alude a una
propuesta ético-política tanto a nivel individual como a nivel social y no debe restringirse
a describir la existencia de hecho de relaciones interculturales, sino que debe ser
entendida como un principio normativo, que no solo plantee actitudes de valoración de
lo diferente entre los individuos sino que, además, promueva la creación de un Estado
intercultural. La interculturalidad es un discurso de Estado y, por lo tanto, debe ser
relacionada directamente con una ciudadanía intercultural y una democracia intercultural,
entendidas como las herramientas que velen por crear las condiciones necesarias para
que los pueblos indígenas puedan hacer valer sus derechos sociales, educativos,
territoriales, lingüísticos y, sobre todo, políticos. Por ello, la interculturalidad busca hacer
de los espacios públicos de la sociedad civil, espacios donde converjan la diversidad
cultural y la pluralidad de racionalidades.
Pero para ello sea posible no basta hablar de diálogo entre culturas, sino que, además, es
necesario crear un espacio que no sea propio de ninguno de los interlocutores, hacer de
las instituciones –escuelas, universidades, iglesias, sindicatos, partidos, etc.- espacios de
traducción y negociación en los cuales cada uno mantiene algo de sí, sin asimilarse al
otro. La interculturalidad como proyecto societal y como oferta ético-política debe ser
vista como una alternativa viable al carácter occidentalizante y homogeneizante de la
modernización social. Optar por la interculturalidad como deber-ser, es decir, como
proyecto ético-político, es optar por la radicalización y el enraizamiento del proyecto
moderno en general y la democracia liberal en particular, se trata simplemente de
radicalizar la democracia para hacerla inclusiva. En las democracias inclusivas, las
políticas tienen legitimidad social cuando surgen del acuerdo entre el Estado y la
sociedad civil. El Estado no debe sustituir a la sociedad civil en la generación de las
políticas públicas. Antes bien, debe garantizar la existencia de esferas públicas que
aseguren la aparición de la pluralidad cultural en la deliberación democrática. El Estado
debe generar y garantizar que estas esferas públicas deliberativas no excluyan a los
ciudadanos por su procedencia étnica o su cultura de origen. Las esferas públicas son
indispensables para la convivencia democrática porque en torno a ellas se construyen las
comunidades políticas de las naciones:
II. La Interculturalidad es un asunto de Estado
1. La interculturalidad debe ser un enfoque intersectorial promovido desde el
sector educación
En los modelos clásicos de la EBI parece asumirse que las causas que dañaron la
autoimagen de nuestros pueblos originarios son superables solo mediante estrategias
pedagógicas intraescolares. No hay conciencia plena de que el problema que estamos
atacando, el de la injusticia cultural, es un problema estructural; que la fractura interna
que atraviesa el país y las profundas causas históricas de este disloque identitario que se
remontan a la Colonia no estuvieran todavía vigentes. La injusticia cultural no viene sola:
es la otra cara de la injusticia distributiva, de la exclusión social. Para empezar a superarla
no bastan ni las innovaciones pedagógicas ni las recetas didácticas.
El problema de la fractura interna del país que se expresa en la exclusión social y la
discriminación cultural vigente es un problema de Estado, no solo del sector educación,
es un problema intersectorial cuya solución involucra la movilización de la ciudadanía,
de la sociedad civil. Compromete al Sector Justicia, al Sector Salud, Agricultura, etc.
Compromete, lo sabemos, sobre todo la promoción de ciudadanías indígenas, la reforma
estructural del Estado decimonónico republicano, etc. No es pues, un problema
abordable desde una visión unisectorial. En tal sentido, llama la atención que no se
promuevan mesas de diálogo de deliberación intersectorial a nivel nacional, regional y
local, para desarrollar estrategias integrales de acción concertada.
La interculturalidad es, por todo lo anterior, una cuestión de Estado y no un problema
que involucra solamente al sector Educación. Se considera, por ello, que es importante
replantear el problema de las lenguas como un problema político y no como un
problema prioritariamente pedagógico. Es decir, como un problema que involucra la
reconversión de las esferas públicas monoculturales y lingüísticamente monocordes en
esferas públicas interculturales y multilingües. El problema de las lenguas no es un
problema exclusivamente lingüístico o pedagógico de aprendizaje de la lecto-escritura en
L1 y L2. No podemos abstraer las lenguas de sus contextos de uso. El problema de
fondo que hay que afrontar es que en los Estados nacionales decimonónicos
latinoamericanos, la lengua y la cultura hegemónicas han colonizado el aparato estatal,
los servicios públicos, los partidos políticos y las esferas públicas de deliberación política.
Incluso el acceso al mercado laboral se encuentra mediatizado por el acceso a la lengua y
la cultura dominante. El problema de las lenguas y las culturas es, por ende, un problema
político que involucra la participación de la sociedad civil en la construcción de un nuevo
Estado, que en lugar de homogeneizante sea un Estado plural, en lugar de monocultural
y lingüísticamente homogéneo, sea –desde su estructura– multicultural y lingüísticamente
diverso.
Durante más de dos décadas, la educación intercultural bilingüe ha estado circunscrita en
América Latina a la educación primaria rural indígena. Mediante la EBI se ha intentado
contribuir a fortalecer las identidades culturales indígenas y a revitalizar las lenguas
originarias. Durante todo este tiempo, sin embargo, nos hemos manejado con una visión
muy escolarizada de la EBI. Como si el problema de la subalternidad de las lenguas y las
culturas originarias fuera un problema técnico-pedagógico que puede tratarse
adecuadamente con exclusividad en el recinto escolar. Lo avanzado, por ello, ha sido
significativamente muy poco en relación al esfuerzo y a los recursos invertidos.
Necesitamos cambiar de enfoque. En el Sector Educación necesitamos empezar a
plantear los problemas y los retos de la EBI desde una visión desescolarizada de la
Educación. Esto quiere decir que, para potenciar los logros de la EBI escolar, se necesita
complementarla con acciones educativas no formales debidamente planificadas,
presupuestadas y coordinadas.
Pero necesitamos, en primer lugar, darnos cuenta de que el problema de las lenguas y las
culturas es un problema de Estado. Que no tiene sentido insistir en usar las lenguas
78originarias en la escuela si no se insiste, al mismo tiempo, en usarlas fuera de la escuela:
en la administración de justicia, en el Sector Salud, en los espacios públicos, en los
medios de comunicación. Lo que se puede hacer desde la Educación es muy poco si no
se complementa con acciones significativas y coordinadas desde los otros sectores del
Estado.
La Interculturalidad no es ni debe ser solo un eje transversal del sistema educativo
nacional. Para que los esfuerzos y los recursos que se invierten en el Sector Educación
den frutos y resultados tangibles, debe ser eje transversal de las políticas del Estado. En
nuestro país, la interculturalidad empieza a ser vista como un planteamiento
intersectorial y como la base ético-política del pacto social que el país necesita. El análisis
de los discursos sobre la interculturalidad que hemos realizado nos ha permitido darnos
cuenta de ello. Cada vez más se están haciendo planteamientos con enfoque intercultural
fuera del sector educación: en el campo del derecho –más precisamente, del pluralismo
jurídico-, en el campo de la salud intercultural e, incluso, en el campo del desarrollo rural.
2. La política lingüística como medio para la creación de un Estado intercultural
Asumir que la interculturalidad debe ser salir de la escuela no es una perspectiva
totalmente nueva. Ello se aprecia, por ejemplo, en el hecho de que la propia DINEBI se
haya preocupado en promover políticas lingüísticas y se haya preocupado por elaborar
un anteproyecto de Ley de Lenguas, que constituye, a todas luces, un principio esencial
para todo intento de hacer de la interculturalidad una cuestión de Estado. Zimmermann
(1999) define a las políticas lingüísticas como el esfuerzo deliberado de influir en la
conducta de otros en relación a la adquisición, estructura o uso funcional de uno o varios
códigos lingüísticos. Entonces, en términos más concretos, una política lingüística no es
sino el intento de alguien de modificar la conducta lingüística de alguna comunidad por
alguna razón, siempre con la clara certeza de que alterar la conducta humana puede
tomar muchas generaciones. Si se la ve desde esta perspectiva, es claro que la educación
bilingüe intercultural es también una política lingüística, ya que es un modelo educativo
que busca promover el empleo de las lenguas indígenas en la escuela y dicho empleo
supone, sin lugar a dudas, un cambio en la actitud de los hablantes. En esta parte del
documento reflexionaremos sobre ello; es decir, sobre las ventajas de entender a la EBI
como una política de lenguas, entendida en los términos de Zimmermann, y señalaremos
la necesidad de emprender actividades que salgan del ámbito del aula y promuevan el uso
de las lenguas indígenas fuera de la escuela. Esto debe ser considerado, como ya lo
explicamos más arriba, un lineamiento esencial. Como intentaremos mostrar, esta es la
única opción para que la EBI se convierta en una verdadera política de lenguas, y es que
el trabajo en el aula no es suficiente, ya que no tiene ningún sentido emplear en el aula
lenguas que no tienen funcionalidad fuera del aula. Entonces, los aspectos en los cuales
coinciden los especialistas en planificación lingüística es que su formulación es asunto de
todos los involucrados y en que, sin la ayuda de la comunidad involucrada y de la
comunidad más amplia, la escuela no hará ninguna diferencia. Es claro que la escuela,
por sí sola, no está en condiciones de asumir la responsabilidad que implica una política
lingüística, ello sencillamente debido a que en la definición misma de política lingüística
está la idea de cambio social, cambio social que no se limita a un cambio en el currículo o
en las estrategias empleadas en el aula: planear problemas lingüísticos es planear
cuestiones de sociedad y no cuestiones educativas, al menos no solamente.
Ahora bien, ante las afirmaciones vertidas aquí, es esperable que ciertos sectores se
cuestionen hasta qué punto una dirección encargada de asuntos estrictamente educativos
79deba ocuparse de cuestiones sociales o de derechos lingüísticos. Si bien esto puede ser
motivo de debate, en este documento, nosotros asumiremos que, dadas las condiciones
de marginación y retroceso en que se encuentran las poblaciones indígenas y las lenguas
que hablan, no puede pensarse en la realización de una tarea educativa con ellas si no se
piensa en el contenido y aspecto político que dicha tarea trae consigo. Es decir que una
verdadera política de empleo de lenguas y culturas indígenas en la educación debe
ocuparse en cuestiones de status y no solo de corpus. No basta con crear léxicos o
alfabetos, lo más importante es promover una mejora en la situación social de las lenguas
indígenas para que el empleo en el aula no sea un absurdo o una cuestión folclórica que
corre el riesgo de ser catalogada de inútil y de ser rechazada por parte de los padres de
familia, como ha ocurrido en muchos sectores y comunidades de nuestro país. Se trata
de darles a los pueblos que emplean las lenguas minorizadas libertad para expresarse,
asumir una postura crítica frente a sus problemas territoriales, respetar sus derechos y
promover una democracia intercultural. Todos estos aspectos no pueden dejarse de lado
a la hora de emprender proyectos de educación con pueblos tan marginados y
violentados como los indígenas, sobre todo si hablamos de elevar la autoestima del niño
a través del empleo de su lengua materna en el aula. Para elevar la autoestima de un niño
necesitamos elevar la autoestima de sus padres y de la sociedad a la que pertenece; y para
lograr esto último es imprescindible reconocer los derechos de ese pueblo. Una vez que
ello ocurra, la lengua habrá de mantenerse. No debemos olvidar que no se trata de que
los hablantes consideren o asocien a su lengua con el atraso y la pobreza en abstracto,
sino que la relacionan con su lengua y la pobreza en concreto, con su pobreza, con la de
todos los días. Por ello, este documento defenderá la idea de que la revitalización
lingüística en una situación como la nuestra no es revitalización de las lenguas, sino de
sus hablantes.
Hay quienes sostienen que si los mismos hablantes han optado por dejar de comunicarse
en cualquier lengua indígena, las acciones de revitalización lingüística no son un deseo de
los indígenas, sino que son una imposición desde afuera, realizada por personas que no
tienen ningún respeto por el derecho de los indígenas a decidir sobre su lengua.
Nosotros creemos —con Klaus Zimmermann— que la elección del castellano por parte
de los algunos de los pueblos indígenas “deriva de la acción de un grupo contra las
manifestaciones culturales de otro grupo.” Entonces, no podemos afirmar que se está
imponiendo una postura cuando se trabaja en la revitalización de las lenguas indígenas.
Lo que se hace, más bien, es trabajar en contra de las formas de agresión que han sufrido
estos pueblos.
2.1. Lineamientos de política lingüística
2.1.1. Tratamiento de lenguas en la escuela:
La EBI en su modelo más clásico y convencional es un tipo de política lingüística. Surge
con la intención (en un primer momento fuertemente transicional) de darle a las lenguas
indígenas una función que antes no poseían: educar. Así, de la mano de los programas de
EBI se creó la necesidad de elaborar materiales en lenguas indígenas y de formar
maestros que dominaran esas lenguas. Ese fue, ciertamente, un gran paso; pero todo
hubiera cobrado más sentido si, además de ello, otros sectores del Estado hubieran
asumido de manera adecuada su responsabilidad de brindarle a las lenguas “oficiales” de
nuestro país nuevos usos que se fueran incorporando al ordenamiento público de la
sociedad. Esto se hizo saber con nitidez cuando la DINEBI promovió un anteproyecto
80de Ley de Lenguas, con el cual, se evidenciaba una actitud distinta: la finalidad de esta ley
era, justamente, crear el marco legal para hacer de las lenguas indígenas herramientas de
ciudadanía .
Entonces, por todo lo anterior, revitalizar una lengua no es una cuestión puramente
pedagógica. Debe dejarse de identificar EBI y planificación lingüística. Si bien ambas
están bastante relacionadas y pueden ir de la mano, devolverle vitalidad a una lengua es
más que implementar un programa de EBI. Si bien la planificación lingüística involucra
necesariamente a la escuela, no se agota en ella. De lo que se trata, pues, es de sacar las
lenguas indígenas del aula y llevarla a otros espacios.
Pero todo esto debe ser promovido desde la escuela, la educación bilingüe intercultural
debe asumir que no solo el aula constituye un espacio de aprendizaje, sino que la
sociedad también lo es, tal como se sostiene en la actualidad al hablar de sociedad
educadora. Ello supone que la escuela debe asumir la responsabilidad de adaptar a
sus fines dichos espacios y aprovecharlos en tareas tan importantes como la
revitalización lingüística. La escuela debe dejar de ser una comunidad dentro de la
comunidad. Pero para ello se necesita un Estado distinto, un Estado capaz de
potenciar la diversidad y comprometido con ella; no un Estado que entiende a esta
diversidad como un camino a la desintegración nacional.
El Estado tiene el poder para llevar a cabo una planificación lingüística a nivel general y
está en sus manos el crear condiciones para mejorar la situación de las lenguas
minorizadas. Por desgracia, la tendencia general de algunos Estados es de integración y
uniformidad en detrimento de sus comunidades lingüísticas indígenas. Así pues, los
Estados no están siempre de acuerdo en promocionar y reconocer la lengua minorizada
o indígena ni en mejorar su situación en el sistema educativo o en la administración, ya
que temen que la diversidad la acarree desintegración nacional. (Vigil y Zariquiey 2004)
2.1.2. Tratamiento de lenguas fuera de la escuela
Lo primero que debe asumirse con total decisión es que las lenguas indígenas deben ser
válidas, al igual que el español, para cualquier asunto o trámite de carácter público, así
como para acceder plenamente a la gestión, servicios e información pública, y que
ninguna persona podrá ser sujeto a cualquier tipo de discriminación a causa o en virtud
de la lengua que hable. Este asunto es central y, si bien podemos estar cayendo en una
penosa repetición, es menester que insistamos en ello; como debemos insistir también
en que los enormes problemas técnicos detrás de este proceso (normalización, difusión,
formadores de escritores y lectores en lenguas indígenas, alfabetos, realización de
gramáticas, léxicos...) deben ser promovidos y resueltos con la colaboración y
compromiso de la DINEBI o de alguna otra institución creada por el Estado para tal fin.
Para ello, podría aprovecharse los medios de comunicación, organizar campañas,
actividades y hacer uso del tiempo que dispone el Ministerio de Educación en los medios
de comunicación masiva del Estado, para la emisión de programas en las diversas lenguas
nacionales habladas en sus áreas de cobertura, y de programas culturales en los que se
promueva la literatura, tradiciones orales y el uso de las lenguas indígenas nacionales de
las diversas regiones del país.
Todo ello debe acompañarse de una disposición en los gobiernos regionales que exprese
con claridad que las autoridades responsables de la administración de justicia proveerán
lo necesario a efecto de que en los juicios que se lleven a cabo, los indígenas sean
81asistidos gratuitamente, en todo tiempo, por intérpretes y defensores que tengan
conocimiento de su lengua indígena y cultura. La pregunta es qué instancia debe asumir
el compromiso de la formación de dichos intérpretes. ¿Por qué no la DINEBI?
Solo en un contexto como el especificado arriba, la necesidad del acceso a la educación
obligatoria, bilingüe e intercultural, cobra total vigencia y se torna indispensable que las
lenguas indígenas, que ya poseerían funcionalidad social, sean vehículos también de
escolarización. Pero no solo en el nivel inicial o primario; en los niveles medio y
superior, se fomentará la interculturalidad, el multilingüismo y el respeto a la diversidad y
los derechos lingüísticos.
Pero para que todo ello sea posible, se requiere de la creación de instituciones o
dependecias que se encarguen de implementar los aspectos técnicos necesarios. Si todas
las políticas señaladas arriba no son acompañadas de trabajos técnicos que las hagan
factibles, no tiene ningún sentido que se las incorpore o se las tome siquiera en
consideración. La Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas,
promulgada en México, tomando todo esto en consideración, postula la creación de un
Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Cf. Anexo 2). La creación de un instituto
como este podría ser altamente significativa en este proceso y podría canalizar todos los
aspectos necesarios para que la creación de una sociedad intercultural sea viable. Es
importante que la DINEBI asuma este compromiso y, para ello, deberá modificar tanto
su política como su programa, incluyendo los aspectos vinculados a la promoción del
uso de las lenguas indígenas. Si esto ocurre, la situación podría empezar a revertirse y la
imagen de la DINEBI entre las asociaciones indígenas podría tornarse muy destacada y
respetada entre los movimientos indígenas. Asimismo, la DINEBI deberá incluir entre
sus áreas una de Derechos lingüísticos o promoción de lenguas y culturas indígenas,
encargada de asumir el compromiso y el rol que el Instituto Nacional de Lenguas
Indígenas de México viene llevando a cumpliendo. Se deberá promover la formación de
traductores, la realización de campañas publicitarias de sensibilización y la formación de
interpretes y profesionales indígenas. En todo este proceso, la DINEBI deberá
comprometerse con la educación superior a través de las nuevas instituciones
universitarias que buscan atender las necesidades de los pueblos indígenas. La
regionalización es el espacio adecuado para la realización de todo este proceso. Las
lenguas indígenas son lenguas oficiales en las regiones donde se hablan y esto debe
aprovecharse.
III. Interculturalidad para todos
En el Perú de la década de 1990, el discurso educativo sobre la interculturalidad empezó
a desindigenizarse. Y es que la injusticia cultural, la discriminación étnica y la ausencia de
interculturalidad positiva en el país son problemas que nos competen a todos,
discriminados y discriminadores, indígenas y no indígenas. Por eso, la educación
intercultural debe ser para todos. Esta idea se encuentra expresada en la nueva Ley de
Educación. La interculturalidad ha pasado a ser considerada un principio rector de la
Educación y un eje transversal del sistema educativo nacional, público y privado. Pero
los cambios positivos en la legislación en general y sobre la EBI en particular no se
reflejan en la práctica, ni en la asignación de recursos ni en la implementación de
procedimientos desburocratizados y eficientes.
82La idea de que la educación intercultural debe ser para todos y que la interculturalidad es
eje transversal del sistema educativo en general sigue siendo aún solo una concesión
retórica y jurídica sin mayor relevancia en la práctica. La EBI sigue limitada a la
educación rural, y dentro de ella, a los sectores indígenas. Todavía, por ejemplo, no se ha
planteado la necesidad de hacer EBI con los migrantes andinos en Costa y Selva.
Es hoy un sentir generalizado en el continente que, si se quiere modificar los
estereotipos negativos que desunen y enfrentan a los ciudadanos, y generar una cultura
del reconocimiento y de la participación democrática, es necesario extender la educación
intercultural para TODOS. Esto quiere decir que se debe ampliar su cobertura social.
Es necesario pensar en una educación intercultural para no indígenas; después de todo,
la discriminación es una relación de a dos. No basta, pues, fortalecer la identidad del
discriminado; es necesario, al mismo tiempo, impartir educación intercultural
antidiscriminatoria en los sectores discriminadores de la sociedad. Y, para ello, es
necesario ampliar la cobertura social de la EBI no limitándola a los espacios indígenas.
Solo así se pueden generar actitudes recíprocas de respeto y reconocimiento mutuo. Y el
reconocimiento del otro como valioso es la base del manejo racional de los conflictos y
de la búsqueda de consensos reales como forma de hacer política.
Por otro lado, la discriminación cultural es un fenómeno muy complejo que si no se
ataca desde sus raíces se reproduce y crece, generando así más barreras y obstáculos para
la convivencia intercultural. Baste recordar para entender esta apreciación los prejuicios y
los estereotipos negativos que existen en los espacios de encuentro intercultural entre los
migrantes andinos y los amazónicos, en regiones como, por ejemplo, el departamento de
Madre de Dios.
La nueva Ley de Educación establece -en el artículo 20- que la educación bilingüe
intercultural se debe ofrecer en todo el sistema educativo. Esto implica que debe
ofrecerse en todas las etapas, los niveles, modalidades, ciclos y programas que el sistema
abarca. Es decir, en la Educación Básica (tanto Regular como Alternativa y Especial) y
en la Educación Superior, utilizando para ello, cuando la situación lo requiera, la
educación a distancia como modalidad complementaria de la educación presencial (art.
27).
La educación intercultural no debe ser la misma para todos. Debe ser diversificada,
abierta, flexible e integradora de la diversidad. Por otro lado, debe ser heterogénea. No
se puede ni se debe pretender aplicar un mismo tipo de educación intercultural bilingüe
en todo el sistema, ya que una cosa es hacer EBI para indígenas y otra cosa es hacer EBI
para no indígenas. Y dentro de los indígenas, una cosa es hacer EBI en la región
amazónica y otra cosa es hacerla en la región andina o en la costa. El pasado histórico y
los retos presentes no son los mismos en los Andes y en la Amazonía. Y dentro del
mundo indígenas, hacer educación intercultural para migrantes andinos en espacios
urbano-marginales no es lo mismo que es hacer educación bilingüe intercultural en
comunidades nativas o campesinas. La EBI que se debe ofrecer debe, pues, ser
heterogénea en su aplicación, mas no en su concepción. Debe, por ello, generarse un
consenso en torno a lo que se va a entender por interculturalidad en la educación a partir
de las concepciones de la interculturalidad que ya existen. Solo de esa manera la
educación bilingüe intercultural podrá tener legitimidad social en la comunidad educativa.
83Otro asunto indispensable en este punto tiene que ver con la cobertura de la EBI en los
distintos niveles del sistema educativo. La educación intercultural no puede, por
ningún motivo, limitarse más a la educación primaria rural indígena. En efecto, si
bien la escuela por sí sola no está en condiciones de generar un cambio en el
estatus funcional de las lenguas y revertir el proceso de extinción que vienen
atravesando las lenguas indígenas; la primaria está todavía en menores condiciones
de lograrlo. Al respecto, Zariquiey (2004) en un informe sobre el PEBIAN
realizado para el Programa Frontera Selva de CARE-Perú advirtió lo siguiente:
Por otra parte, dada nuestra cercanía con estos niños, pudimos
comprobar que, si algún logro tiene el PEBIAN, sin ninguna
duda se diluye en la secundaria, que no tiene ningún atisbo de
intentar siquiera ser bilingüe o intercultural. Tuvimos la
oportunidad de revisar los cuadernos de los niños y comprobar
que los contenidos no tenían nada de diversificados y que los
métodos eran memorísticos a raja tabla y no tomaban en cuenta
siquiera la realidad de los niños, quienes memorizaban
definiciones en castellano y eran capaces de repetirlas, sin saber
lo que significaban muchas de las palabras que decían. Un
ejemplo de ello es el de la definición de luz, la misma que era
definida como “la vibración de las moléculas de los objetos, de
tal manera que se hacen percibibles” Como era esperable,
ninguno de los estudiantes sabía que significaba ni vibración, ni
molécula ni percibibles; pero sí podían repetir la definición una y
otra vez.
Es importante señalar que este hecho debe ser denunciado por
cualquier institución que trabaje en pro de la EBI en la zona; ya
que todo esfuerzo o logro conseguido en esta ardua lucha será
neutralizado por este tipo de estudios secundarios. La
capacitación de estos docentes, muchos de los cuales, en
Angoteros, provienen de otras zonas del Perú, es
imprescindible; como lo es también que el Estado asuma la
responsabilidad de diseñar una secundaria EBI.
Así, a pesar de que en teoría nadie defiende hoy en día el modelo de transición de la
EBI, por ser cultural y lingüísticamente impertinente, en la práctica es un modelo más
vigente de lo que se dice. Muchos programas que teóricamente se definen como
programas de EBI de mantenimiento no logran incorporar la lengua y la cultura de los
usuarios a lo largo de todo el proceso educativo, quedando relegadas progresivamente a
los primeros niveles. El proceso educativo se transforma así en un proceso lingüística y
culturalmente sustractivo.
Si el destino de la EBI es quedarse descontinuada en la primaria, qué sentido tiene
hacerla? qué sentido tiene invertir esfuerzos y recursos en ella para que luego todo lo
alcanzado se pierda en la secundaria no EBI? Mientras no haya una EBI en secundaria
la EBI primaria está condenada a ser – en el mejor delos casos - una EBI de transición.
IV. La interculturalidad en la Educación Básica Regular
84Para que la Educación Básica Regular sea intercultural debe disponer de un currículo
intercultural “abierto, flexible, integrador y diversificado” (art. 33). Si el currículo no es
intercultural en su concepción, construcción e implementación, la interculturalidad se
convierte en una declaración retórica sin implicancias prácticas.
- La educación intercultural debe, pues, diferenciarse en contenidos y metodologías de
acuerdo a las características específicas de los usuarios. Solo así se pueden garantizar
resultados verificables y sustentables a mediano y largo plazo. Pero se debe partir de una
concepción unitaria de interculturalidad que integre las diversas concepciones existentes
en los diversos discursos que se encuentran circulando dentro y fuera del magisterio
nacional.
En este contexto no puede perderse de vista que la realidad de la escuela es muy distinta
a la visión teórica que se tiene de la misma. Es decir, debe promulgarse una visión que
incorpore aspectos tan esenciales como el hecho de que en nuestro país hay un total de
23,419 escuelas multigrado que constituyen el 73% del total de escuelas primarias
estatales en el país. (Fuente: Ministerio de Educación. Padrón y estadísticas básicas 2000
en Montero et al 2002). Asimismo, de estas 23,419 escuelas, el 89% pertenecen a zonas
rurales. Entonces, es necesario que esta realidad, que se plasma en una diversidad de
situaciones que van desde escuelas con un solo profesor hasta escuelas que pueden
contar con cinco, sea incorporada al currículo, a la par que se tome en cuenta que
nuestras escuelas, a estas alturas, no son solo escuelas multigrados sino que, en muchos
casos, también son escuelas multiculturales y multilingües. Cómo trabajar con esta
diversidad es un problema al cual todavía no le encontramos salida. Ames (2004)
refiriéndose a la problemática de las escuelas multigrado señala la necesidad de
aprovechar la existencia de un diseño curricular por ciclos y no por grados y explica que:
A pesar de la creciente visibilidad y extendida presencia de las
escuelas multigrado en el Perú, aún hay mucho por hacer en
términos de una adecuada pedagogía para el aula multigrado.
Así, hacen falta todavía adecuados programas de formación y
capacitación docentes que incluyan dichas metodologías;
materiales que sirvan de apoyo para trabajar en este tipo de
aulas; y una mejor atención a las necesidades de los docentes que
trabajan en escuelas con estas características. Afortunadamente,
no partimos de cero. La escuela multigrado tiene una larga
historia y, para atenderla, los maestros y maestras peruanos, así
como otros docentes en el mundo, han desarrollado una
variedad de estrategias pertinentes. Vale la pena entonces
explorar lo que se viene haciendo en las aulas y lo que se hace en
otros lugares del mundo para avanzar hacia una escuela
multigrado más eficiente, donde maestros y alumnos encuentren
satisfacción en su trabajo.
Entonces, resulta evidente que la realización de un currículo adecuado a un país como el
nuestro supone la elaboración de una estructura de mínimos que puedan ser
contextualizados de acuerdo a la realidad de las localidades y como parte del proceso de
regionalización en implementación. El reconocimiento de la importancia del contexto
social y cultural de los niños permitirá el diseño de estructuras curriculares más
significativas para cada realidad.
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